Convertir un poema en un cartel es un desafío para un diseñador gráfico. Y es, además, un interesante ejercicio de lectura.
No se trata de de ponerle imágenes a un texto, sino de hacer que el texto se lea como una imagen. Potenciar su parte icónica sin renunciar a su contenido textual.
La literatura está llena de imágenes. Ilustrarlas, supone, en parte, recortar las posibilidades de la imaginación de cada lector. Porque no todos leemos igual y no todos imaginamos igual. La relación entre imaginación y lectura, o si prefieren, entre lectura e imágenes, es un cruce clave en la cultura actual. La cultura de una generación que ha nacido después de la gran alfabetización de la imagen y que se ha criado leyendo imágenes en el cine, la publicidad y otros medios.
Hoy el peligro ya no está en el desconocimiento de la letra impresa, sino en la atrofia de su uso, si, como parece, millones de personas empiezan a leer únicamente los menús de navegación de los websites, las instrucciones de los aparatos electrónicos y breves pies de foto.
Las respuestas a una gran parte de las preguntas deben ser leídas porque antes han sido escritas. Y una gran parte de las emociones estéticas, nuestro cerebro las obtiene de la lectura. La lectura de los textos y la lectura de las imágenes entran en nuestro cerebro por los ojos pero recorren caminos diferentes para ser decodificadas. Cuando existen las dos lecturas se produce un fenómeno algebraico. Ambas deben sumarse, pero no siempre se consigue.
Estos doce carteles son doce lecturas gráficas de otros tantos poemas de Miguel Hernández. Son, como no puede ser de otra forma, lecturas subjetivas. Cuando la Fundación Germán Sánchez Ruipérez y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales me encargaron realizarlos, en el marco del Centenario del poeta, junto con la gráfica y la caja que los contiene, hice muchos bocetos para evitar las lecturas más manidas, porque algunos poemas de Miguel Hernández están instalados en nuestra cultura literaria y resulta difícil evitar lecturas ya hechas.
Estamos acostumbrados a ponerle música y voz a la poesía. Sabemos que un poema puede ser cantado con la intimidad de una guitarra o con el fondo de una orquesta sinfónica. Pero la poesía puede ser también dibujada y dibujada con letras como gritos o letras como susurros.
En esta página resumen con los doce carteles he escrito unas líneas para unir cada lectura gráfica con cada poema.
En algunos casos la relación es más evidente, en otros la gráfica es más subjetiva. Pero si te gusta una poesía, como es el caso, ésta cala tan hondo que desprenderse de la subjetividad es tarea imposible. Espero que sepan disculparlo.
Manuel Estrada
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