lunes, 24 de octubre de 2011

"Fieros dormidos" de Sara Torres Rodríguez de Castro

I

Igual ella es de los elementos y a los elementos ha de volver. Pero no, qué dolor admitir tanta belleza a la posibilidad de otros. Qué tremendo escarnio traspasar la piel donde se ha vertido los angostos del deseo y la sal de los ojos. Ella porta en su espina dorsal la incandescencia. Aparente calma que se eleva y arde como una pira. Él la vela como un secreto, en el envés la aguarda y habla bajo a sus tobillos. Conoce de sus lunas y mareas. Atiende a la declinación de la retina y al nervio vigoroso de su vientre. Ha aprendido a respetar su sueño. No, él ha sabido mirarla. Ha creado dentro de ella y participa de la majestad, del entusiasmo. Ella sin él no será la que es para él ahora. Gemido hierático en la laringe de una gran trompa. “Amor, como esa maravilla, como ese blanco ser que entre flores bajas enreda su mirada o su tristeza” En cómplice intimidad de existir quebrantable y venerado.

II

Herederos forzosos de la vida,
habrá que ver como prescindimos
de este amor
que crea necesidad.
Cómo crecemos
secos y sabios
libertos de la piel
y al fin, por sobrexplotación
anodino el llanto.

Habrá que ver, si es posible
la completa interiorización
de que no era para tanto;
los libros, los viernes a la noche
la impermutabilidad de los cuerpos
lo que quise creer de tus – regios, azules –
pesadas teorías
puestas nunca en práctica.

III

Armada con el vaho
que provee el aliento de lo sublime.
Me he dejado transportar
como el cachorro entre las fauces
de una leona
que no tensa las mandíbulas
pero sostiene.
He bebido de la vida
en la plenitud de un vientre
he acariciado con las yemas
mis labios para recordar.

Omnipotente por haber nacido
otra vez, dentro de ti.

Tengo la sonrisa tatuada
hasta en el miedo
nada segrega la realidad
que me asedió en los costados
agradezco a un Dios postergado
haber estado provista de olfato, de gusto, de tacto.
La conciencia
la certeza gloriosa del existir.

IV

La angustia, cómo se ordena
quién provee sentido al objeto
de qué manera invertir el desánimo
si quizás un poema fallido
o la reproducción de una cláusula
sea constancia de lo extenso
y aunque extenso, limitado.

En esta ritualidad
de rectos advenimientos
hay una necesidad tan llena
de detonar, marcar la pausa
el definitivo movimiento
que bien aleje

este vicio de inmovilidad
-correcta-
pero mañana;
¿estaremos orgullosos de ser quien fuimos?

V

No van a calmarle.
La espalda huye del látigo antes siquiera de oír su chasquido.
Desconfía. Se abraza y no cree, en el fondo no cree
que la vida pueda omitir para él ese inmutable estado de alerta
el ojo abierto que contempla al otro ojo mientras sueña.

Algunos hombres, dicen, aman a otros y enfermos
agarran manos de muerte, besan rostros musgosos
y el perro descansa crédulo la seguridad
de un mañana en la misma caricia, el mismo plato de carne
nadie va a dejarle solo.

Reformulación - no es la soledad lo que pesa-
el fiero dominio al saberse de nadie.

Es
hasta en los tiempos felices ese chasquido
que aparta la espalda del látigo
antes siquiera de ser empuñado.

VI

Como una liebre enferma
bajo la cobertura del pelaje ajeno
se deja arrastrar por la inercia de las calles inflamadas a su marcha.

Aún el ácido del vómito acusa el desgaste, la dura fricción de los labios
lo altivo en las catapultas de los ojos.

La suficiencia como arma
estrategia de defensa activa arrojada al otro.

Ha querido ser y ha sido

se ha compuesto como tal

ha pronunciado esas frases.

Nada de incierto, se impone la desnudez, malditos necios.

Nada.


Es posible creer en una vida más allá de las palabras
no es ilícita la vastedad del deseo, la desnutrición
la vana intención de saltar del yo al nosotros.

Nosotras.


Accésit, en la modalidad Nacional, del XV Certamen de Poesía "Pepa Cantarero"

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