El 24 de octubre se celebra en España, como cada año, el Día de la Biblioteca.
Una iniciativa de la Asociación Española de Amigos del Libro infantil y juvenil que tuvo su origen en el año 1997. Desde entonces, Amigos del Libro se ha esforzado en dar a conocer y reconocer la labor de las bibliotecas, sus servicios, sus recursos profesionales y agradecer y reconocer la labor de los bibliotecarios y las bibliotecarias.
El día de la luz
Vengo del desierto del Sáhara, de
inaugurar una biblioteca. Está en Dajla, el más alejado, el más
olvidado de los cinco campamentos de refugiados saharauis. Es la
cuarta biblioteca que construimos, y es preciosa. En el centro hemos
plantado árboles, para que los niños y los jóvenes del Sáhara
puedan experimentar el gozo de sentarse a su sombra a leer un libro.
No queremos que esa biblioteca sea ningún “templo de silencio”,
sino más bien un espacio para del sonido, para el ruido. Una
biblioteca que ya es el lugar más hermoso del campamento. Un espacio
para desear ir a buscar lectura, pero también amistad, sueños
compartidos. Incluso amor. Un lugar en el que enamorarse mirando unos
ojos por encima de un libro. Porque al fin y al cabo, la biblioteca
es el lugar en el que se descubre al otro, de papel o de carne.
En una película inolvidable, la mejor
película de ciencia ficción de la historia, 2001, una odisea del
espacio, aparece un monolito cada vez que el hombre se dispone a dar
un salto cualitativo. Kubrick, su director, debería haber puesto un
libro en su lugar. Porque han sido los libros los que han marcado el
ritmo de los cambios del ser humano. Porque el libro es el
laboratorio del hombre, el lugar en el que se experimenta con
emociones, descubrimientos, utopías, apuestas. Somos lo que somos
porque hemos pensado y escrito sobre cómo ser y sobre cómo no ser.
Y seremos lo que pensemos, lo que piensen y escriban las próximas
generaciones.
Así que una biblioteca no es solo un
lugar en el que invitar a leer, sino también, o por eso, un lugar en
el que invitar a escribir. Las bibliotecas del siglo XXI son, pueden
ser, tienen que ser el semillero de nuevas novelas, nuevos monolitos,
mojones de nuestro futuro. Si el siglo XX fue sin duda el siglo de la
lectura, el siglo XXI puede llegar a ser el siglo de la escritura, ya
lo está siendo.
Por todo eso construimos bibliotecas en
los campamentos del desierto. Porque no son solo para los saharauis.
Las paga nuestra sociedad civil, mediante socios adultos, y mediante
actividades solidarias en colegios, institutos y bibliotecas. Y los
alumnos y lectores que las sufragan se hacen conscientes de lo
extraordinario que es tener una biblioteca, aprenden a valorar la
suya, a defenderla. Cada biblioteca del desierto tiene detrás a
miles de niños, jóvenes y adultos que la han hecho posible con su
pequeño esfuerzo. Sumando. Cada lector saharaui tiene a su lado a
miles de lectores, más conscientes de la importancia de una
biblioteca, porque con su trabajo se ha construido una, en un clima y
un lugar tan hostil.
Piensa en tu biblioteca. Hubo un día
en el que esa biblioteca no existía. Alguien la soñó, luchó por
ella, la llenó de libros y también de sueños. Hazte del equipo de
ese alguien que la hizo posible, lucha por un mundo en el que no haya
un ser humano que no tenga cerca una biblioteca, o un amoroso
bibliobús. Que no haya un solo niño, joven o adulto, que no roce la
mano de una bibliotecaria que le aconseje, que le oriente en el
laberinto. Que es lo mismo que decir que no haya un solo ser humano
conectado a lo que fue, lo que es y lo que será.
En tu mano hay millones de manos,
estrechando la tuya, acompañándote en el camino. Tiernas o
callosas, pequeñas o grandes. En el libro que te espera en la
mesilla de noche o junto al sofá, hay millones de libros. Ingenuos o
complejos, humildes o lujosos. Pero todo preciosos. Conectados todos
por un invisible hilo de plata que une mano con mano, estantería con
estantería, un hilo inacabable y luminoso. Inacabable, y así sea.
Hoy es el Día de la Biblioteca, que es lo mismo que decir El día de
la Luz.
Feliz día, feliz siglo.
(Texto: Gonzalo Moure. Cartel: Alfonso
Zapico)